miércoles, 3 de octubre de 2012

Necesidad de renovación



En los últimos años la situación competitiva de los sistemas de plantación de olivar, denominados “tradicionales”, se está viendo mermada por tratarse de un modo de cultivo que adolece de una excesiva atomización, dispersión y elevados costes de explotación.

Tras un estudio realizado en la Universidad de Jaén, en colaboración con el Centro de Desarrollo y Competencia para Aceite de Oliva de GEA Westfalia Separator Iberica, dos de los distintos modos de explotación de olivar, el tradicional y el marginal, teniendo en cuenta en el cálculo de la renta neta las premisas del actual precio del aceite de oliva y la no inclusión del autoempleo y las subvenciones a la producción, los mismos no superan el umbral de la rentabilidad en los diez países mayores productores de aceite del mundo. Dicha situación es mucho más grave en países como Italia, España o Grecia, donde el coste salarial es mucho más elevado comparado con el resto de productores. En términos absolutos, esto se reduce a que, aproximadamente, el 75% del olivar mundial no es rentable.

Para el caso particular de España, mayor productor mundial, la situación se agrava por dos circunstancias fundamentales: la primera, es que somos el mayor productor del mundo con un 60% de la producción, lo que dificulta su colocación en el mercado, y en segundo término, una estructura de la cadena de transformación muy poco favorable al productor. Así, el primer eslabón de la cadena es un mercado de monopsonio, donde las 1.742 almazaras españolas ofertan su aceite a no más de 10 intermediarios, que a su vez lo distribuyen a 5 distribuidores, resultando así un precio en origen que no supera los costes de producción para los citados modos de explotación.

El olivar andaluz ha sufrido un cambio de paradigma productivo, ya que el sistema de producción tradicional se ha basado en unas técnicas de producción extensiva muy adaptada a las circunstancias locales y resultado de una adaptación de siglos pero que ha venido dando paso a un sistema cada vez más intensivo y con un importante papel desempeñado por el riego, que ya supone el 47% de la producción de aceituna en Andalucía.

Este cambio técnico ha conseguido que el olivar durante las últimas dos décadas sea el cultivo más rentable en gran parte del territorio andaluz. Como en el pasado, el cultivo se enfrenta a una nueva fase de reestructuración y reconversión provocada por la ‘tijera’ de precios del aceite a la baja y costes de producción al alza. Si esta dinámica de los mercados se prolonga es previsible que las explotaciones de baja rentabilidad y localizadas en áreas rurales normalmente marginales vean amenazada su viabilidad y por tanto la continuidad.